El 4 de noviembre de 1781 iniciaron las actividades de una Escuela Provisional de Dibujo y grabado organizada por el Grabador Mayor de la Casa de Moneda, Jerónimo Antonio Gil. Fue entonces que se perfilaron los trabajos con tendencia a la formalización de una Academia de Bellas Artes con las características de las fundaciones europeas acordes con los ideales de la Ilustración. Ahora se conmemoran 240 años de trabajo continuo.

El 4 de noviembre de 1781 iniciaron las actividades de una Escuela Provisional de Dibujo y grabado organizada por el Grabador Mayor de la Casa de Moneda, Jerónimo Antonio Gil. Fue entonces que se perfilaron los trabajos con tendencia a la formalización de una Academia de Bellas Artes con las características de las fundaciones europeas acordes con los ideales de la Ilustración. Ahora se conmemoran 240 años de trabajo continuo.

La Cédula Real se obtuvo en 1783 y, dos años después, el 4 de noviembre de 1785 comenzaron formalmente sus funciones. La fundación institucionalizó de esa manera las profesiones de Pintor, Escultor, Grabador y Arquitecto en términos modernos; además, se echó a andar un proceso cultural de evolución e identidad que tuvo cabal cumplimiento en los siglos posteriores. Fue entonces que surgió la primera Academia de Bellas Artes y el primer museo del continente americano.

La Academia gozó en el periodo virreinal de privilegios y deberes, tanto en el campo de la docencia como en la extensión de la cultura plástica, bases que constituyeron el soporte que habrían de sostener un desarrollo significativo en la gestión independentista, así como en la configuración del perfil nacional de México independiente. De diversas maneras la importancia e influencia de la institución ha contribuido a la evolución artística y cultural de las últimas décadas. 

En su primera etapa fue trascendental la incorporación estilística al neoclasicismo. Ejemplo de esta impronta son obras de Manuel Tolsá, Rafael Ximeno y Planes, Joaquín Fabregat y el propio Gil.

A lo largo del siglo XIX la Academia reflejó las alternancias en el poder de liberales y conservadores: su producción testimonia los esfuerzos para constituir un rostro propio. 

Obras de Manuel Vilar y de Eugenio Landesio, son muestras significativas en ese sentido. Ambos artistas influyeron en la formación de creadores emblemáticos de las artes mexicanas, tales como José María Velasco y Luis Cotto. En los últimos años del Porfiriato se hicieron sentir en el ambiente académico voces de inconformidad con el extranjerismo de la época y, al triunfo de la Revolución maderista, impulsaron una huelga contra el academicismo de gusto anquilosado.

Ese fue el origen de un proceso de democratización de la vida artística que habría de tomar mayores dimensiones en la administración de José Vasconcelos y la dirección de Alfredo Ramos Martínez con proyectos como las Escuelas al Aire libre y los Centros Populares de Pintura.

Íntimamente relacionados con ese proceso tuvo lugar la incorporación de las artes en la configuración de la cultura posrevolucionaria. Para ello fue muy importante la gestión de Diego Rivera al frente de la entonces llamada Escuela Central de Artes Plásticas, quien propuso un plan de estudios basado en la integración plástica y en la revaloración de las artes utilitarias.

El compromiso social y la herencia figurativa de la entidad académica fueron factores importantes en el movimiento de ampliación de las libertades democráticas; tal dinamización fue reflejada con la gráfica de concientización y propaganda emanada de los Talleres de la Escuela Nacional de Artes Plásticas constituyendo un testimonio de particular importancia histórica y artística. 

La diversificación de los lenguajes artísticos impulsada por la introducción de las vanguardias internacionales fue factor para la organización de “grupos” con propuestas estéticas específicas. Tales fueron los casos del grupo MIRA, el SUMA, del No grupo y el Taller Documentación Visual. Por otra parte, la institución hizo contribuciones en la producción de escultura monumental, particularmente en el geometrismo, cuya pieza insignia es el espacio escultórico de C.U.  

En el año de 2014 la entidad académica accedió a la condición de Facultad. Tiene en la actualidad 3,297 alumnos entre en las tres carreras que se imparten Artes Visuales, Diseño y Comunicación Visual y Arte y Diseño. 

La Fundación de la Academia, inmersa en el espíritu de la filosofía de la Ilustración impulsó la creación artística y el pensamiento discursivo que en cierta manera fue factor en el movimiento libertario. A lo largo del siglo XIX sostuvo una presencia institucional que interactuó con los procesos político y social. En la primera mitad del siglo XX fue substancial en la configuración del perfil cultural posrevolucionario. Las aportaciones en el campo de la docencia, la creación y la investigación artística han tenido lugar en el proceso amplio y plural de la Universidad moderna en su contexto de proyecto cultural de la nación.  

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